viernes, 17 de diciembre de 2010

¡La hoja, la hoja, ha salido la hoja!



En http://literaturas.info/revista.php , número de diciembre, ya ha aparecido mi crítica de "Las teorías salvajes", de Pola Oloixarac.

Leída con desapego unos meses después de escribirla, pensaba que quizás fui excesivo. Que mi respuesta al libro tuvo una radicalidad no exenta de cierta inquina personal. Una reacción ante todos esos que van de "guays" por la pasarela y se atreven a mirarnos con displicencia mientras escupen lecciones que nadie les ha solicitado. A nosotros, pobres humanos, simples lectores sin pedigrí.

Así que la he vuelto a hojear mientras descansaba de la relectura de chuminadas como "Isabel y las aguas del diablo", de Mircea Eliade.

Lo que no entiendo es cómo pude terminarla.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Lasarte-Oria (bis)



Hay que decirlo: no todos tenemos alma de paparazzo. Como la encargada de hacer las fotos en el acto (casi multitudinario) de Lasarte-Oria. Pone buena voluntad, pero de vez en cuando le dan esos ataques de timidez que deshacen cualquier empeño. Y así salieron las fotos. Tanto que ésta es la única en que se me (medio) ve. Ya he recogido el diploma conmemorativo y vuelvo a mi asiento.



Antes, una chica de bonita voz, acompañada de dos compañeros a las guitarras, había interpretado uno de mis poemas. Bonita cosa. Apañada. Suena curioso el verbo de uno mismo con timbre ajeno. Nunca podré acostumbrarme.

Aparte de cuestiones de dicción, uno interpreta el sentido en un orden, con una línea fija que, más o menos, era la elegida en el momento de la creación. Un lector desapegado puede (y debe) elegir otro rumbo.

Ahí está la savia del lenguaje, en su múltiple significación, en los matices que interpretan y amplían un reducto de sentido.



Y, por supuesto, la jornada fue muy agradable, a pesar del clima. La casa de cultura de Lasarte tiene pintas de funcionar muy bien como promotora de actividades variadas entre la población más joven. El acto fue solemne y cercano a la vez, aunque no parezca posible. Nada que ver con el pestiño formalista, grandilocuente y algo cutre de Guadalajara.

Y Donosti nunca defrauda. 

martes, 30 de noviembre de 2010

Nueva cosa publicada de David Monteagudo


Y digo "cosa" porque no llega a novela pero, por su estructura, tampoco "Marcos Montes" (Ed. Acantilado, Barcelona, 2010) es un cuento, ni siquiera uno largo. Llamémosla novelette.

Ya recordarán que en mi entrada de 25/3/2010 di un rapapolvo moderado a su primera novela, "Fin". Entre otras cosas, por la falta de compensación y de verosimilitud entre dos elementos argumentales. Uno, realista y más bien plano. Otro, fantasioso, propio de ciencia-ficción o película de desastre planetario.

Pues en "Marcos Montes" también hay dos elementos en cierta medida contrapuestos. Sólo que esta vez ha aprendido la lección y ha sabido encajarlos de modo más armonioso. No exento de defectos, debo decir, pero con resultado mucho más satisfactorio.

Para más señas, durante las primeras 60 páginas (de las escasas 118 en total de este volumen) pensé que me encontraba ante un escritor que había madurado de golpe y, si bien no era para entusiasmarse, sí al menos se postulaba como alternativa de peso a los mejores del panorama español. Tampoco es mucho decir, pero vaya, que merecía la pena.



Dos o tres detalles criticables me han hecho cambiar parcialmente de opinión. El primero, la reiterada falta de verosimilitud de los diálogos. Pase que el muy lamentable artificio final lo justifica todo (al menos, eso querría Monteagudo) pero, aún así, hay párrafos que no son de recibo en un autor al que se apresuraron a proclamar como revelación del año pasado.

Tampoco me parecen soportables ciertos excesos retóricos, con fórmulas manidas y sensación de estar leyendo "literatura prestada". Por más que se pretenda imponer esa rutina perezosa en la moderna narración patria, se trata de escoria verbal con la que mal se puede armar literatura de nivel. 

Tampoco encuentro razonable que el protagonista, un minero con escasas perspectivas vitales ni intelectuales tenga un discurso tan bien hilado, tan culto, en definitiva.

Por otra parte, la anécdota referida al pasado, con ese amor trágico, resulta inverosímil... Hasta el chundarata final, que encuentro inane y pueril.

Pero los reparos que opongo son básicamente de tipo argumental, amén de que debería cuidar mucho más la frescura de los diálogos (algo ha avanzado en esta entrega, pero todavía suenan a falsos).

Está claro que David Monteagudo se defiende bastante bien en registros cotidianos. La primera parte, dedicada sobre todo a describir el ambiente de la mina, me ha parecido buena. Con los defectos señalados, resulta competente y eficaz. Se lee con fluidez y da la impresión de que nos va a conducir a algo mucho más sólido que ese giro lamentable hacia lo fantasioso, lo onírico de medio pelo en que acaba todo.

No sé: al comienzo me había hecho ilusiones que luego se han visto defraudadas. Es evidente que estamos ante un escritor al que, para su fortuna, han dado cancha suficiente y puede ofrecernos cosa mucho mejores.

En fin, seguiremos a la espera.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Un poco de caña al cerebro con Beat Furrer...



...Que de "still" tiene poco, me parece. Más bien, juguetona e inquietante.

miércoles, 24 de noviembre de 2010



Buena parte de la enfermedad que mina las letras españolas, a mi entender, tiene sus orígenes en la diáspora de talentos tras la Guerra Civil y la política de represión que la sucedió. Porque no hablo sólo de las tres generaciones creativas del primer tercio del siglo XX y sus lumbreras, que se fueron mayormente a hacer viento ultramarino, sino de una pléyade de maestros, médicos, investigadores, catedráticos y abogados, militares y editores, gentes de rango medio y muy buena formación que tuvieron que emigrar o fueron silenciadas de un modo u otro al permanecer en España. 

Esos cuarenta años largos de indigencia intelectual nos siguen pasando factura. ¿Cómo se puede entender, si no, la mediocridad de lo que se produce y consume? ¿Hay alguien que no se percate de la corrupción generalizada en el mundo literario? ¿Por qué los tejemanejes que la convierten en ciénaga de indocumentados con relaciones no parecen a nadie un escándalo nacional? ¿Por qué, en definitiva, somos tan cutres que no interesamos a nadie más allá de nuestras fronteras y vienen medianías de lejos a hacernos sombra?

Lo más ridículo es que, ante esto, hay quienes se regocijan. Otros imitan modas exteriores y esperan que suene la flauta. Los más, simplemente, no dicen nada. Ni piensan cosa de provecho, no sea que les haga pupa.

Lo único bueno de este panorama espantoso es que cualquier cosa hecha con una mínima dignidad y capacidades suficientes va a llamar la atención. O esa idea me consuela. 

lunes, 22 de noviembre de 2010

Críticas



El halago y el insulto, formas de opinión, al cabo, comparten con la crítica una necesidad imperiosa: ser precisos.

Elogios como "estás guapa" o "me ha gustado mucho lo que escribiste" no significan nada. Más cuando son respuestas obligadas. Tampoco esas reseñas de suplementos culturales en que se dedican a dar jabón sin vergüenza ni criterio a todo lo que se presenta avalado por tal marca.

Tanto en el dicterio como al sobar la camisa hemos de ser más incisivos. Nadie se reconocerá en un "hijoputa" o un "gilipollas" pero sí cuando el que le malquiere ataca su punto débil. Y para eso hay que saber dónde herir.

La opinión crítica exige conocimiento. Éste sólo se logra tras la observación y el estudio del adversario, o del ser amado, tanto da. Y por ello, amén de pasión, puesto que al opinar no es preciso ser fríos analistas, debemos tener una pizca de inteligencia.

En mi práctica diaria descarto de inmediato los comentarios injustificados o las opiniones unilaterales, sean favorables o no. Si he de decir verdad, prefiero el silencio. Tanto tiempo en él me ha acostumbrado.

Sólo cuando alguien me espeta el "bueno, me ha gustado pero..." o bien "no es de mi estilo, ya lo sabes, aunque creo que...", entonces despliego las antenas.

Por eso echo tanto de menos una buena charla sobre lo que me importa sin bobalicones del "todo vale" ni pasmarotes egocéntricos sacando a relucir sus inquinas.  

martes, 9 de noviembre de 2010

Blogs y blogueros



Como recibo pocos comentarios de los desdichados que visitan este blog, no sé exactamente por qué lo hacen, salvo los conocidos, claro. No entiendo qué mueve al curioso de Chile o Georgia (últimas visitas que me han llamado la atención) a entrar en uno con título tan poco prometedor. Llamativo sí que es, pero nada más. 

De todos modos, ¿habrá alguien en el Cáucaso que hable español? ¿Vienen los exóticos atraídos por algún nombre famoso de los que cito? ¿Es un fallo del sistema de chivatazo on-line? Mysterium tremendum que apenas me deja dormir más de ocho horas a la pata llana.

Muy de vez en cuando me pierdo visitando otros blogs enlazados con los tres o cuatro habituales. Si tratan de poesía casi nunca paso de la última entrada. Eso sí, suelen ser bastante más vistosos y estar mejor diseñados que el mío, por mucho que no expongan más que chorradas sentimentaloides.

Si, en cambio, se dedican a otros asuntos, llamémosles "personales" hay que gritar "¡Fuego! " y salir de estampida.
Siempre me da la impresión de que lo mucho y muy tonto que tenemos todos en común es lo que con más ahínco busca exhibir la gente que da en estas escrituras. ¿Para qué? ¿No es suficiente con ir de vacaciones al mismo lugar y por las mismas fechas, ver las mismas películas o escuchar el consabido hilo musical que proponen los de siempre? Más valdría quedar en persona con los colegas y tomarse unas copas viendo las fotos del finde.

No creo que "El mejor escritor desconocido" tenga nada que ver con esas cosas. Quien vaya buscando desahogos sentimentales y lea aquí se va a sentir irremisiblemente defraudado. Yo los tengo, pero muy otros. Y mi intención al abrir este blog era sobre todo "mantener los dedos activos" en períodos de sequía creativa y soltar algunas barbaridades respecto al mundo literario para que casi nadie las escuchara y poder organizar mejor las ideas.

Como todo se sabe, que decía un amigo, y al final los de siempre también están en el ajo, con el tiempo me he tenido que cortar una pizca y cuando digo la burrada de rigor al menos he de ser capaz de argumentarla con solidez. Tampoco es mal ejercicio intelectual.

En cuanto a mis aficiones estéticas o musicales... Ya van ustedes conociéndolas, y eso que apenas he empezado a mostrarles la patita...

sábado, 6 de noviembre de 2010

Lecturas


Últimamente he leído "La danza piadosa", primera novela de Klaus Mann. A pesar de algunos prejuicios contra las óperas primas, superó brillantemente la prueba de la "apertura súbita" y no dudé en comprarla. 

La visión del talento literario precoz no siempre es agradable. A menudo tiende a resultar demasiado apasionada, íntima, desbordada por el esteticismo; cargante, en suma. Todos esos defectos podrían achacarse al joven Mann pero, no obstante, mi memoria retiene dos o tres escenas brutalmente descritas, muy a lo expresionista. Una de ellas, la pensión berlinesa infestada de chinches adonde llega el protagonista tras escapar de la casa paterna. Otra, en un hostal de medio pelo donde los personajes parecen animalillos que se desperezan y arrastran por el suelo en diversas actitudes. Y, sobre todo, la "fiesta Clo-clo-clo" con el todo París desmadrándose en adoración de un efebo infiel. Delirante. Inolvidable.



El resto, escrito tras la Gran Guerra, está lastrado por un lógico sinsentido generacional, un misticismo exaltado y diversas búsquedas intelectuales más bien descarriadas que prefiguran los horrores venideros. Demasiado para poder vernos identificados en estos momentos. O sí, quién sabe.

Vaya, no sé si me habrá entusiasmado la novela en su conjunto pero ya querría yo haber tenido la cuarta parte de su madurez cuando, allá por el 2000, publiqué "No es suficiente". Es que debo de ser un poco tardío. O tardo, quien sabe.

En parte me redime el saber que, si acaso envidio algo, es este tipo de obras y a estos autores. No a los tontolabas del momento.

viernes, 29 de octubre de 2010

Lasarte-Oria



Ya ni me acordaba de haberlo enviado, pero el pasado lunes recibí una llamada comunicándome que había ganado el premio de poesía en castellano (eso sí, ex-aequo, no me lo vaya a creer) que otorga esta villa hípica junto a San Sebastián.

Se trata de "Alcanzar el sentido", poemario que debí de componer allá por 2007, aunque con otro nombre más cosmológico que igual rescato. Y el premio en metálico es poco más que una propinilla.

Ya me han confirmado que no publicarán el libro, conque tampoco pierdo mas que un día de excursión por Donosti, y eso me parece estupendo. Llevo un par de años sin visitarla. En fin, el día 27 de noviembre me plantaré allí para que me vean en persona. Ya os contaré mis impresiones. Si se parece a la entrega en 2006 del Premio Ciudad de Guadalajara por "Los cínifes versados", va a ser tela de entretenido.


Por cierto: "Alcanzar el sentido" es un libro bastante más serio, mejor construido y maduro que el otro. Lo paradójico es que éste no lo publiquen, como tampoco hicieron con "Nacedero", el poemario inmediatamente anterior, que también fue premiado (ex-aequo; esto va siendo una costumbre) por el Ayuntamiento de Ciudad Real en 2007. Parece que lo mío con la poesía es como el caso de Cervantes, que no era mal poeta, pero no. Reconoció que lo suyo estaba en otra parte.

Y, sin embargo, creo que son como el cine y la literatura: lenguajes muy diferentes que mal se pueden "traducir" uno a otro sin que se pierda la esencia o deban convertirse en algo ajeno. No escribo de lo mismo en una novela que en un poema. Y, si lo hago, es de modo diferente. Eso, al menos, se me ha de reconocer.

miércoles, 20 de octubre de 2010



Recuerdo una ocasión. Esto fue hacia el final del otoño. Había prometido que estaría y yo creí su palabra. Acudí pronto. Esperé bastante más de una hora acechando la puerta del bar, viendo mi imagen en el espejo tras la barra. Al no aparecer me sentí traicionado, ridículo, engañado en lo más profundo. Volvía a coger el autobús de vuelta a casa rumiando mi decepción cuando la vi en la acera de enfrente. La acompañaban amigas del colegio. Reía, despreocupada. No me vio. Yo no me atreví a saludarla. ¿Qué podría haberle dicho?

Ahora ya no veo la primera vez como un esplendor que limita la conciencia y establece mundos separados. El tiempo, más de treinta años, ha erosionado su fulgor. Entiendo que toda aquella pasión fuera poco más que un entramado químico y una serie compleja de secreciones glandulares. Recuerdos a los que se han superpuesto docenas de sensaciones que parecen más vívidas. Y, sin embargo, nadie me habría convencido de que era diferente de su apariencia acaparadora. Había tanta verdad, tanta necesidad en su manera de considerarme alguien deseable...

Quién sabe si las pasiones de ahora mismo habrán perdido su color dentro de unos años y no las concebiremos sino como estampas  desteñidas, un poco arrugadas, definitivamente ajenas.

Que este amor pueda parecer pasajero, imperfecto, me causa desasosiego. Pero quizás sea esa precisamente la causa de su importancia: el conocimiento de que, como todas las cosas, está sujeto a revisión.

De hecho, ¿acaso no ha variado y se ha ido plegando a los azares de estos años? Si volviera a sus mismos inicios, no creo que me -nos- reconociera en esta plácida situación. O sí, quién puede asegurarlo.

jueves, 7 de octubre de 2010

Very Demotivational. Just a -usually- funny tip.



 Y otro soplo, no tan divertido, es el que hace unos días susurraba alguien en el foro de www.premiosliterarios.com:


"En cualquier caso, si el verdadero interés generado por este debate que pretendí abrir es el que usted apunta, según la rumorología que ha llegado a mis oídos, este año el Logroño va para DT, el Planeta para JS y el Berenguer para FGC". 


Por ahora, Susurrador ha acertado con el Premio Logroño de Novela, corralito notorio de Editorial Algaida, que ha recaído en David Torres. Por algo terminaba su entrada diciendo: 


"Y el tiempo dará o quitará razones. Pero las dé o las quite, eso no invalidará el hecho de que [esos premios] estén pactados. Simplemente avalará que mis fuentes no eran correctas". 


Solamente deseo añadir lo de siempre: entiendo que una editorial privada desee hacer negocio y corromper el concurso cuyo ganador luego ha de publicar. Se ahorran la promoción de uno de sus autores y además les pagan por hacerlo. 


La pregunta es: ¿qué ganan las instituciones? ¿Asociar su nombre a esa panda de filibusteros? 


¿Por qué no se pone coto desde las instancias públicas a este escarnio sistemático? Estamos hablando del dinero de todos nosotros. 

sábado, 2 de octubre de 2010

Héroes



Ese tal Jesús Neira, profesor de la universidad Camilo José Cela, si la memoria no me falla, ha perdido su oportunidad. Fíjense ustedes en si aquel dos de agosto de hace dos años, en lugar de entrometerse en una delicada paliza entre novios -según Violeta Santander, la agredida, eso debía de estar sucediendo- hubiera pasado de largo o, simplemente hubiese marcado el teléfono de la policía, que es lo que cualquiera con una pizca de sentido común habría hecho ...

...O, mejor todavía, si hubiera muerto poco después a consecuencia de las heridas recibidas por el delincuente, un tal Antonio Puerta. Ahora todos lo considerarían un héroe indiscutible y se pegarían por poner su nombre a calles y colegios.

Pero no; tuvo que intervenir, de lo que recibió la brutal paliza. Y tuvo que sobrevivir. El destino le había ofrecido una oportunidad de quedar bien con los demás, pero la desaprovechó.

El resto, su ensalzamiento al limbo del facherío madrileño, sus groseras declaraciones de tinte ultra y la final defenestración como el payaso borrachín y cuasi-delincuente en que ha quedado su aureola de héroe cívico -porque eso de conducir bebido no es una broma para los demás, por mucho que Aznar y Neira se empeñen en negarlo- es bien conocido.

Paradójicamente, su cénit lo alcanzó cuando se encontraba en coma y nadie pensaba que fuera a sobrevivir. Ascendió de los abismos como un héroe para mezclarse con el barro de su misma estupidez sectaria. Se dejó manipular por el PP madrileño, ahí es nada lo Mefistófeles, con lo que su caída estaba cantada. Pero él, soberbio, ciego de hybris, no quiso entenderlo. Amenazó, insultó, mostró su verdadera jeta depredadora, su intolerancia y profunda mediocridad humana. Se mostró como realmente es y se gusta a sí mismo, en definitiva. Finalmente, ni el mismo PP pudo soportar tal huida hacia el desastre y lo abandonó por culpa de un volante y cuatro copillas. 

Quien estuvo alto en la muerte se arrastra en vida por el fango de sus propias debilidades. Si no fuera tan ridículo, parecería un sino maldito, glorioso, decadente. Da la impresión de que lo único que puede esperar Neira es una muerte digna, a la altura de sus hechos pasados. Pero me temo que esa oportunidad la ha perdido para siempre.

Para desactivar toda posibilidad de fanfarria, hago la siguiente pregunta: ¿de mayor alguien quiere ser como Neira?

Yo paso.

viernes, 1 de octubre de 2010

Cervantes en Innsbruck



La universidad de Innsbruck tuvo hace un año la gozosa idea de hacer una edición facsímil del ejemplar de la editio princeps del Quijote que guardan en su biblioteca.

Al parecer, está allí desde antes de 1745 y pertenece a la primera partida de ejemplares, todavía sin encuadernar, que Juan de la Cuesta llevó de Madrid a Valladolid, entonces sede de la corte, para que emitieran la correspondiente tasa. Esto debió de ser por diciembre de 1604.

De ellos sólo quedan tres en el mundo: uno, en Madrid; el segundo, en Chicago y el tercero, éste de Innsbruck.

Cuando recibí mi ejemplar -facsímil, claro-, después de esperar más de un mes a que lo enviaran desde Austria, pensé en qué sería capaz de hacer cualquier estudioso del libro por echar un ojo a la versión manuscrita del Quijote. Es decir, la que dio a imprenta y debía de estar rubricada en cada página para asegurar que lo impreso se correspondía fielmente con el original aprobado por la censura. La versión real de Cervantes, probablemente de su misma mano. La fuente irrebatible de la verdad.

Si yo había buscado y rebuscado para conseguir una triste reproducción que no se diferencia en casi nada de las restantes, estoy convencido de que cualquiera podría matar por tener la respuesta definitiva.

Me divertía la idea de Paco Rico deshaciéndose de sus rivales con una sierra mecánica, deseoso de publicar primero sus sesudas consideraciones sobre tal o cual pasaje.

O quemando a escondidas el manuscrito, no fuera a privarle para siempre de tantos placeres y beneficios.

Es que el mundo de la literatura tiene estas cosas.


Algo no cuadraba. Miré el remanente y era desmesurado. Más de cuatro mil euros. De ningún modo podíamos tener tanto dinero suelto en la modesta caja fuerte del insti. Algo debía estar mal computado.

Sin embargo, no tuve tiempo para pensar en nada. Decenas de asuntos sin importancia me impidieron comprobarlo. Luego, en casa, ya se me había olvidado.

Esta mañana he despertado con la solución. Sin preverlo, durante la noche he estado soñando con el problema. Analizando qué hice con cada factura durante este mes de julio. Al parecer, un ingreso en cuenta ajena no había sido catalogado en lugar apropiado; de ahí la enorme diferencia.

Nada más volver, lo primero ha sido comprobar la dichosa factura. Tal cual había imaginado. Deshecho el entuerto, pensaba en cuánto nos pagan por el dichoso cargo y cuántas horas trabajamos de más. Para mí que tampoco salen estas cuentas.

sábado, 25 de septiembre de 2010

No pensaba hacer huelga el día 29...




Por motivos tradicionales, más que meditados y que no vienen al caso. Pero tras la propuesta del obispado de que los católicos "hagan huelga contra todos" y lleven un distintivo blanco, estoy por ponerme los calzoncillos en la frente y salir a la calle a demostrar mi devoción mariana.  

Sólo una preguntita: ¿cuándo va a dejar esa curia de mamarrachos de meterse en la vida de los demás? 

viernes, 24 de septiembre de 2010



Deliciosas las explicaciones de los patres patriae catalanes respecto a por qué no prohibir los correbous, o bous al carrer, o bous de foc, o los tediosísimos encierros de mi infancia, o lo que les plazca. Al parecer, han de conservarse y promoverse "porque no hay maltrato, ya que el animal no muere". Y lo dicen tan panchos.

Ya me habían entusiasmado los finísimos puritanos de Herri Batasuna, siempre en busca del bienestar de su Euskal Herria, cuando hace unos años desaconsejaban el consumo de alcohol por evidentes efectos nocivos en la salud. Salvo, claro está, en el caso del chiquiteo. Que es cosa muy tradicional, forma parte de la cultura del vasco y entonces sí que se puede beber a destajo. Sidra vasca o txakolí, por supuesto. 




De donde deducimos los mortales administrados algo que ya apuntaba este verano -entrada del 13/8, "Prohibir lo que  se antoja"-. Hasta qué punto estas ideas salvadoras huelen a sacristía posmoderna. A liberación de vicios infames, a curas carlistones que te santifican a base de trabucazo.

Muy fina, tanto que se quiebra de sutil, la interpretación de unos y otros del artículo 33. Un día me lo tendrán que explicar con más detenimiento. Es que no alcanzo esas honduras.

domingo, 19 de septiembre de 2010




Esto de viajar tan a menudo tiene pocas ventajas. Una es que se pasa demasiado tiempo inactivo y lo poco que puede hacerse es observar. Y pensar. No siempre con buenos resultados.

Al final de todos los veranos tengo la sensación de que proliferan las telas de araña. Mejor: los hilos sueltos intentando conquistar terrenos de paso absurdos, puesto que el quehacer se ve destrozado cada poco por los viandantes. Sin embargo, Aracne insiste torpemente.

Me imagino que será la previsión del otoño que ya se barrunta, la falta de sol, las madrugadas frescas, la abundancia de insectos atontados que son más facilones que un mes antes... Perspectivas de la muerte, en todo caso.

Este exceso de producción, este barroquismo delirante no sé si compensa la paga en calorías, pero por algo lo harán. No soy quién para cuestionar los motivos del rococó constructivo de las arañas. Ni los criterios con que insisten en enredarse en mi frente.

Sin embargo, no por eso tolero mejor su molestia pegajosa. Día tras día sigo siendo el gigante que arrasa las verdes huertas o el gran lagarto de un Tokio cualquiera.

Si ha de ser barroco, lo prefiero en literatura. O en música.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Avisos fuera del círculo santiguado



Sé de la literatura -literhartura la llamaba uno- que es ciénaga de todas las bajas pasiones. Difícilmente se dan en ella relaciones puras, descontaminadas de intereses o necesidades. Como estoy curado de espanto, simplemente no me relaciono y punto. Así me va.

Sin embargo, no preveía lo falsas e indecentes que pueden volverse ciertas sonrisas cotidianas. Sólo hace falta que estés un milímetro más expuesto a la luz pública. Hay que ver cómo amagan el colmillito afilado...

Lo peor es que en estos lugares no puedo aislarme de las alimañas. Por algo me gusta la literatura. Todos nos conocemos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Tagliabue se va con unas cestas a Shanghai.


Porque éste es el aspecto del pabellón español.


Y la cubierta está elaborada con unas láminas de mimbre que dejan pasar la luz y a las que da la forma caprichosa e inestable que se ve en las imágenes.




Me encanta el aspecto medio rústico, medio sofisticado.
No obstante, estas crestas recuerdan peligrosamente a las de alguno de mis queridos poligoneros...


viernes, 10 de septiembre de 2010

La buena fiera



No sé bien cómo despierta esta fiera petrificada que duerme en el interior. Si embisto, sacude latigazos y no puedo abandonar muchos recuerdos. Cuando me puede la abulia parece que horada mejor, que sus lamentos me llegan hasta el corazón de algún remordimiento. Es un bellísimo animal.

Hay trascendencias que no nos afectan. Y el cansancio parece la actividad cotidiana: no sabemos adónde nos va a llevar, luego seguimos su insulsa corriente. Tememos que perdurará.

Dolor en las espaldas del conocimiento, en el oído que crispa la conciencia. Tengo un método para entender sus condiciones, esas alarmas pequeñitas de no sé bien qué perfil. La lluvia diaria no consuela.

Y ese remedo ácido, este septiembre de comezón que nos arrastra y borra el pasado para siempre. La hora ha llegado, y es de reanudar las líneas que se ciñen por milímetros y nos ahogan con esa dulce, sutil sensación de que estamos donde debíamos estar.

jueves, 26 de agosto de 2010





Sucede con la música, pero no sólo. 


Estaba escuchando otra versión del "Sol da te", (Orlando Furioso, Vivaldi) distinta de la que bajé el 19 de febrero (la estupenda, emocionante interpretación de Magdalena Kozená con la Venice Baroque Orchestra) y, a pesar de no ser mala, no. No y no. 


No me emociona. No me transmite esa necesidad de que las cosas sean de cierto modo y el resto, inadmisible. No consigue que traspase el momento concreto en que lo escucho y decida prescindir de lo demás. No es necesaria.


Cómo puede ser que un mismo tema alcance densidades tan diferentes, hasta el punto de que detestas unas y no podrías pasar sin la elegida, la perfecta. 


Aunque no tiene nada que ver con la perfección técnica. Es más bien un estado moral de absoluto equilibrio entre lo que afecta y lo afectado. Es un pulso que siempre se acaba perdiendo. Esa sensación de que la dosis de belleza que te alcanza es excesiva. Pretendes resistir pero no hay manera. Los diques se desbordan. Es preciso desistir. 


Y entonces, cuando has sucumbido y no opones resistencia y te bañan las mareas que nunca entendías, comprendes por fin: lo esencial es aquel registro perdido, la frase que nunca se piensa, el roce de un dedo que apenas ha marcado otra piel. 


Ese precioso error. 

martes, 24 de agosto de 2010

A parir panteras



El dudoso privilegio de ser como se titula este blog -desconocido-, de no haber tenido padrinos ni apoyos de ningún tipo, sólo ha servido hasta ahora de tranquilidad moral. Por lo demás, ha ido en detrimento de mi -hipotética- carrera literaria. No hay más que ver a Fulanos y Menganos. Cómo medran en el verano del País, a pesar de su manifiesta incapacidad para la creación -y para el orgullo propio y la vergüenza torera, claro-. Tanta que a veces me dan lástima, cuando el único lastimoso debo de ser yo. 


En el lado positivo queda el no deber nada a nadie, el no estar sujeto a ninguna imposición. ¿Quiere eso decir que favorece el proceso creativo? No lo sé. No lo creo. 


En realidad, estoy convencido de que cierta dosis de dificultades exteriores impulsa la ambición de sortearlas y, con ello, el momento creador. 


No se escribe mejor necesariamente en la página vacía. A veces se necesitan pautas, sangrados, huecos para la foto e imposiciones del editor si se quiere llegar a la depuración. ¿Qué ha pasado en España durante estos 30 años largos de democracia? ¿A qué guerra civil, catástrofe planetaria o crisis de subsistencias están esperando esas panteras de la literatura para empezar a parir?

lunes, 23 de agosto de 2010

Estoy totalmente rendido a Hélène Grimaud




...Aunque mejor podría decir que me rindo a Beethoven con armas y bagajes. La única gran pasión de adolescencia, junto con la literatura, que todavía sigue siéndolo. Y va a más.


Hace poco leí un librillo de la estirpe de best-seller titulado "La décima sinfonía" tan sólo porque trataba de la posibilidad de que sí existiera una Décima Sinfonía completa (no los bocetos preliminares del primer movimiento que Ludwig dejó a su muerte; incluso han aparecido reconstruidos y grabados en CD y, por supuesto, me he apresurado a comprar). El libro no pasa de ser casi entretenido. Estoy pensando en donarlo a alguna asociación de marujas de Puerta de Hierro... En cuanto al disco, se parece a lo que podría ser un bis de la Séptima Sinfonía. Bastante mediocre. 


Lo malo de Beethoven es que tomaba infinidad de notas, aparentemente anodinas, y de ahí desarrollaba los exquisitos movimientos que ahora conocemos. El ínfimo material de partida no prefigura en ningún autor con talento desarrollos excepcionales. Es lo contrario del autor mediocre, o de pane lucrando, o best-selleriano: con temas a priori interesantes y atractivos produce puta mierda. 


Quizás lo único en que nos parecemos Beethoven y yo sea en eso de las notas. Ahora que estoy otra vez inmerso en un proyecto importante compruebo hasta qué punto su buen fin depende de las humildes impresiones, muchas de ellas recogidas en servilletas de papel o en recibos y libretas de diversa calaña, que configuran una visión compleja y sujeta a variaciones por motivos de dinámica interna, por los efectos que ejerce el lenguaje sobre sí mismo, que diría Ferlosio. 


Esto habrá que tratarlo otro día. Ahora vamos a disfrutar de Grimaud, amante de los lobos y sutil (y enérgica) pianista que entiende muy bien al Sordo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Flavour of quid



Hace unas semanas, en Londres, curiseando en los almacenes Fortnum & Mason, me vi elegantemente abordado por un dependiente de cierta edad, finísimo él, con acento tan perfecto que pospuse el "Sorry, I'm just browsing" para disfrutar un ratito de su inglés. Me ofreció diversos perfumes, algunos propios de un acemilero con halitosis, otros ligeros como plumas, y al final desembocó en cierto 1872 de Clive Christian (yo tampoco tenía ni idea pero parece que es autor del perfume más caro del mundo), verdaderamente sutil y fresco, por no pasar a pormenores. Del shock que me produjo saber el precio sólo recuerdo que lo más asequible rondaba las 155 libras por 30 ml.

Allá do resido este mes han abierto una charcutería fina que tienta al más espartano. Ese guijuelo fantástico de cuatro años en bodega, a razón de 155 € el kilo (sale a casi 39 eurines el año de embodegamiento, que ya es salir), esa butifarra de salmón que no me he atrevido a probar, esas conservas selectas... Probé con el cerdo, cosa de la que entiendo un pelo y mi endeble estómago, pásmense ustedes, tolera de maravilla. 

Un espectáculo ver cómo la charcutera diseccionaba levísimas lonchas, las desprendía de todo tipo de impurezas y venitas, las colocaba exquisitamente, envolvía el resultado en una bandejita de ¿papel? ¿plástico? con su cubierta de estraza finísima, su bolsita de cartón elegante, su casi media hora que tardó en culminar el invento. 


Volví a casa como si portara viento bendecido. La verdad es que el jamón rondaba la mística, pero vaya. No sé si merece la pena el coscorrón.


Y todo esto viene al caso de constatar que no hay nada como experimentar lo excepcional para recaer en placeres comedidos, habituales. Ese olor a hinojo y hierbas secas que proviene de un terreno yermo junto a las vías. Esas deliciosas judías con patatas que me apetecen desde que llegué de Inglaterra y hoy van a sucumbir.

viernes, 13 de agosto de 2010

Vamos a relajarnos con Halffter

Se lo han buscado





Porque son tan torpes, tan evidentes, le echan tanto morro, que no me resisto a darles otro toquecito. Sí, hombre, sí: me refiero a los obispos.  


En concreto, a la propuesta de fijar la edad de recibir la primera comunión antes de los siete años. Cosa que me parece más bien chusca y, en todo caso, me deja frío. Lo bonito llega con las explicaciones.


Porque dice Cañizares, prefecto de la congregación para el culto divino, sea eso lo que deba ser, que "el uso de razón parece haberse adelantado", por lo que los niños de pecho ya pueden ir recibiendo la primera hostia (perdón por el chiste fácil: era demasiado tentador). Que los niños "están viviendo en un ambiente adverso; a menudo, por culpa de sus familias", que no les dejan ser lo que dios quiere de ellos. 


Es decir, que se debe librar a los infantes de la patria potestad, por lo menos en lo tocante a asuntos religiosos, para que se cumpla la voluntad de los cielos. Novedosa conclusión que podría romper con toda legislación civil desde el código de Hammurabi hasta la fecha, sospecho. 


Sigue la deliciosa exposición de motivos: "no hay que pensar que esperando que sean mayores logren una mayor madurez y estén más preparados. Curas y padres tienen que procurar prepararles y acompañarles en el entendimiento". Para mí que contradice la idea anterior de que se les ha adelantado el uso de razón, pero bueno. Todo vale para el objetivo básico: pillarlos a traición, cuando no puedan protestar ni evadirse de las santas obligaciones. Cuando no sean capaces y otros decidan por ellos.


Y es que la formulación del cristianismo, tan sólo desde el punto de vista de la lógica, muestra ideas tan descacharrantes que no hay quien las sopese con un mínimo de lucidez sin preferir el cuento de Caperucita. A mí, al menos, me parece más coherente. 


En todo caso, la declaración, hecha en L'Osservatore Romano, demuestra la pervivencia de la idea ya propuesta en su tiempo por el tío Paco: "no se os puede dejar solos". Y es que la "funesta manía de pensar" no conviene a nadie. Menos, a quienes afirman que tienen la posesión de la verdad porque sí.


No es de extrañar que, incluso en un país como éste, con tal alergia a la independencia de criterio y a no estar incluido en la cuadrilla de rigor, cada vez menos porcentaje de la población que se declara católica practique mínimamente o crea en los rudimentos de su doctrina. No digo nada de los ateos convencidos como yo. 


Si tan seguros están de la validez de sus ideas, señores de la clerigalla, échenle huevos y esperen hasta la mayoría de edad legal, a ver cuántos se animan a comulgar. 


¿A que no hay?

Prohibir lo que se antoja



Estos días que, por circunstancias, tengo que pasar en Cataluña, recuerdo antiguas impresiones de cuando trabajaba y vivía aquí. Y no, definitivamente, no me gusta el catalán. Me suena a híbrido entre español y francés, su fonética chirriante ataca la sensibilidad, la literatura local apenas me interesa y esa paranoia victimista de que llevan cuarenta años haciendo gala crispa los nervios dialécticos del más pintado. Joder, que está chupado entenderlo y no es tan difícil hablarlo con cierta fluidez. No es para tanto.


No obstante, y a pesar de que tengo docenas más de prevenciones contra esta gente, a la vuelta me veo defendiéndolos en Madrid. Más que nada, porque la crítica ignorante resulta peligrosa. Igual que me encanta poner a caldo a Zaragoza porque conozco bien sus defectos, me revienta que se critique injustamente o se aplique el tópico, sin más. Ya no vamos montados en burros ni hablamos con la máquina del tren. Tampoco Cataluña es ese lugar hostil que desearían ciertos cabestros de la capital.


No se puede insultar con eficacia sin tener conocimiento íntimo del insultado. Es decir, sin comprenderlo. Tampoco se puede prohibir algo por el simple hecho de que no guste, no se entienda, ataque la sensibilidad, choque con nuestra manera de ver la vida o nuestras creencias. 


Nunca jamás se me ocurriría prohibir la práctica del boxeo, deporte que no me acaba de gustar, por la misma razón que, incluso en un mundo ideal, no perseguiría el catalán o cualquier otra lengua local, por inútil que pueda parecer vista desde fuera, por poco o mucho que nos agrade. 


Sin embargo, escritores que, para mi sorpresa, no han dudado en defender el sacrosanto derecho de ciertas mujeres a mutilar su presencia, su voz pública, su autonomía personal, sus derechos más básicos por el medio de llevar unos trapitos, llámense hiyab, niqab o burka, son los mismos que defienden a capa y espada la prohibición de los toros.


Para mí que esto es el mundo al revés. Por un lado, la liberal sociedad en que vivimos permite que las mujeres islámicas sean silenciadas en su vida pública por motivos supuestamente religiosos. ¿Qué pasa con los últimos treinta años de liberación femenina e igualdad de derechos y responsabilidades? A la mierda, supongo. Si hay asuntos de moritos por medio, vamos a olvidarnos de esas zarandajas. Que se arreglen entre ellos.


Por otro, vuelvo del extranjero y me encuentro con la edificante noticia de que personas a las que no gustan los toros y que representan a muchas otras más a quienes no creo que hayan preguntado nada al respecto han tenido el cuajo de prohibirlos en Cataluña. Sin más.


Mudo de asombro ante tanta modernez, me pregunto por qué los politiquetes locales no se dedican a dar la tabarra en otro lado donde realmente haga falta y, por otra parte, qué piensan hacer para seguir protegiendo a los animales. Prohibir la matanza casera del cerdo sería algo en su línea, así como la caza y pesca deportiva (no la industrial: esa no da placer y, por lo tanto, vicio, que es lo que en verdad se prohíbe). Por cierto: esta idea es de raigambre estrictamente judeo-cristiana, y católica, por ende. No sé si alguien se ha dado cuenta de ese sutil aroma a sacristía.


¿O es que van a crear dehesas públicas en el Delta del Ebro para mantener rebaños de reses bravas y que no desaparezca la especie? De otro modo, ya se sabe: si un animal doméstico no rinde, se elimina. Piénsese en el simbólico asno, o ruc, como lo llaman por aquí. A partir de ahora, como no veamos toros en el zoo o en los libros de Historia Natural... Bonita manera de proteger especies animales.


El aire inquisitorial de esa gente, disfrazado de sensibilidad y defensa de derechos de los que no los tienen (los animales, no; las personas, sí, a ver si se enteran) es de dar miedo. Supongo que dentro de poco querrán garantizar mi derecho a no ver películas porno (degradantes para la condición femenina, o masculina, o animal, o transexual), a no desafiar la voz de la mayoría, ya que vivimos en democracia, a no mirar a la gente a los ojos, por aquello del derecho a la imagen y la intimidad...


Que sí, hombre: ya se sabe que si prohibimos todo aquello que no nos gusta, no hay quien nos pare. La cuestión está en por qué los bienpensantes no llevan las teorías al límite. Tanta sensibilidad atribuida a los rumiantes y tan poca a otros animales inferiores, incluso a los vegetales. ¿No se ha demostrado que las plantas también sufren al ser tronchadas? Pues eso, todos a comer piedras. A no poder matar piojos ni cucarachas. A dejar que los tumores se desarrollen y medren, ya que están llenos de vitalidad. 


Por cierto: ¿de dónde sacan esos que la vida ha de ser un cuento sensiblero y tontorrón?

miércoles, 21 de julio de 2010

Lamento della ninfa, Monteverdi, La Venexiana




¿No oís cómo se desgarra, de qué forma tan obscenamente dolorida demuestra su pasión? ¡Miserella!

"Amor", dicea, il ciel
mirando, il piè fermò,
"Dove, dov´è la fe'
che'l traditor giurò?"

     Miserella, ah più no, no,
     tanto gel soffrir non può.

"Fa che ritorni il mio
amor com'ei pur fu,
o tu m'ancidi, ch'io
non mi tormenti più".

¿No os recuerda a la Bucólica VIII de Virgilio? 

Traedme de la ciudad a casa, traedme a Dafnis, ensalmos míos.

Estos despojos me dejó una vez aquel pérfido, sus prendas queridas; ahora, bajo el mismo umbral, te los confío a ti, tierra: estas prendas me deben a Dafnis.

Traedme de la ciudad a casa, traedme a Dafnis, ensalmos míos.

Estas hierbas y estos venenos cogidos en el Ponto me los dio Meris mismo. Con éstas lo he visto muchas veces convertirse en lobo y esconderse en los bosques, sacar muchas veces las almas de los sepulcros profundos y cambiar a otros sitio las mieses sembradas.

Traedme de la ciudad a casa, traedme a Dafnis, ensalmos míos.

Saca fuera las cenizas, Amarílide; tíralas a la corriente del arroyo, tras tu cabeza, y no mires atrás. Con éstas voy a atacar a Dafnis.

El amor también produce escalofríos, y no precisamente de placer.

martes, 20 de julio de 2010

Cum dederit, Vivaldi, Sandrine Piau




                               What else?

lunes, 19 de julio de 2010

Cuentos con poco que contar



No hace falta decir que cualquier tema es válido para ser contado. Incluso puede afirmarse que cualquier historia, la mínima anécdota, son territorio del cuento (o de narraciones más amplias) por poca chicha que aparentemente tengan que contar. Se me ocurre el caso magistral de "Dublineses", de J. Joyce, aunque los ejemplos son innúmeros. Todo depende de cómo se haga. De la capacidad técnica y de la intención (y del gusto, las buenas lecturas, la sensibilidad, la cultura personal...)

Hace algunos meses critiqué la novela del argentino Patricio Pron "El comienzo de la primavera" (entrada de 30/4/2009). No fui demasiado benévolo, a pesar de que es escritor de los que se llaman "de raza". Me pareció que su tema era insulso y los alardes técnicos buscaban epatar al paleto literario. No me gustó, en definitiva.

Pero uno, ya lo saben mis contados lectores, es tonto de repetición. Y acabo de leer su libro de cuentos "El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan". Excelente título, desde luego, que se corresponde con uno de los cuentos más salvables del volumen. Buena parte del resto son intentos fallidos.

No niego que está mejor escrito que la novela ganadora del Premio Primavera, con mejor prosa y más adecuación de recursos técnicos al asunto tratado. Incluso hay una primera historia, titulada "Las ideas", más que notable. El problema en este caso es una tendencia literaria que estoy detectando en los últimos tiempos a escribir historias que apenas son una anécdota, que no tienen tensión narrativa ni vuelo ni drama ni enjundia. Que son una sosada, para entendernos.

No sé si es influjo del Realismo Sucio, del posmodernismo norteamericano de los noventa, un nihilismo impostado o qué. Tampoco deseo perder tiempo en rastrear sus orígenes. El caso es que éste y otros escritores, normalmente jóvenes, parecen haber descubierto una fórmula comodísima para acabar un cuento: prolongan una situación mínima por el método de quebrarle el espinazo narrativo, impiden que se desarrolle, que cobre interés, a menudo lastrándola con infinidad de descripciones inanes o con un seguimiento notarial de las andanzas absurdas de los personajes (véanse "Es el realismo" o "El estatuto particular"). Y ya está.

Para que el intento tenga la eficacia pretendida hace falta el sentido del lirismo, el talento, la mesura y el mundo interior que sólo los grandes han mostrado. Todo lo demás está condenado a empalidecer ante los modelos e incluso a parecer desprovisto de fundamento (¿para qué tantas páginas absurdas?) que es lo que acabo pensando en más de una ocasión.

Dicho de otro modo: cualquiera tiene ideas tontas a patadas. Trabajo esencial del buen escritor es desechar un alto porcentaje de ellas y quedarse con la veta de interés. Una de cada cien. Por mucho oficio y cualidades que añadamos a un tema insulso, insulso se queda. Hace falta saber seleccionar. Y no creer que los lectores se tragan cualquier cosa por la cara.

Patricio Pron es bastante joven y tiene talento para el oficio. Quizás le sobra ese prurito de imitar constantemente a los maestros. También es cierto que sólo el tiempo y la práctica corrigen este defecto. No obstante lo dicho anteriormente, "El mundo sin..." tiene media docena de cuentos de interés y, en general, está solventemente escrito. Para lo que nos traen las mesas de novedades, nada desdeñable.

martes, 13 de julio de 2010



Como últimamente estoy cansado de pensar del mismo modo y cuando dicen que debo pensar, recomiendo este enlace: http://www.attac.es/

Refrescante.

jueves, 8 de julio de 2010

Pola Oloixarac nos enseña el nuevo arte de escribir no-velas (II)



O eso dicen los fans de esta estrellita. Afortunadamente, a cada acción corresponde una reacción con igual fuerza. Y es que los modernos a la violeta son incansables.

Pero con la prueba de la lectura desapasionada, la única que valida realmente un libro, se descubren cosas evidentes que nos habían querido escamotear. Y lo peor es que estos talibanes de la novedad suelen hacerlo acusando a los que no son de su cuerda de todos los males.

Por supuesto, son (somos) reos de falta de modernidad. Que vale, se entiende que si no te tragas el pestiño de la señorita Caracciolo, o de Vilas, o de Mora y todos los nocillos del país (y anda, que no proliferan) no puedes estar a la última. Cosa discutible, pero tampoco quiere decir nada sobre la relevancia de sus tochos encuadernados.

En el caso que me ocupa, no he encontrado en el volumen mejor acicate para concluirlo que el escribir una crítica para http://www.literaturas.com/ (supongo que aparecerá en el próximo número) y concluir estos comentarios. Disciplina, disciplina y disciplina, como diría el otro.

No ha habido goce, salvo en contadísimos párrafos que quedaban diluidos en el tostón general. Ni sentido del humor relevante. Ni emoción. Ni pintura de personajes. Ni teorías llevadas a algún fin de interés. Ni acción novelesca que merezca la pena recordar. Ni... Suma y sigue.

Sí he visto una prosa decente a ratos, cuando no se deja llevar por la verborrea pseudo-ensayística, atisbos de que la autora puede llegar a trabar algo más consecuente si se deja de pajas mentales y CUENTA algo...

No sé. Me parece floja cosecha para tan gran esfuerzo. Y, sobre todo, no admito que estos pavos a la moderna quieran hacer sentir idiota al lector cuando sólo se trata de intentos fallidos. Quizás interesantes en teoría, pero hueros de resultados. Y muy, muy aburridos.

jueves, 24 de junio de 2010

El dulce manicomio



Marek Bienczyk, autor polaco del que nada sabía, ha escrito la novela más deliciosa que he podido leer en los últimos años.

Cosa notable calificarla como "deliciosa", pues la acción se sitúa en plena Segunda Guerra Mundial y en un manicomio polaco no lejos de Varsovia ni de su rebelión contra las tropas nazis. Y los tiempos no estaban para muchas alegrías.

No obstante, el halo de lirismo, de juego y canción popular que permea las páginas de este libro estupendo no decae ni siquiera en los momentos más duros, cuando la tragedia aparece por fin y decanta lo que al principio era sólo sospechas, como el destino que acaba por deshacer de un modo u otro a todos los personajes.

En cierto modo, "El manicomio" me ha recordado esa soberbia descripción del paisaje antes de la batalla que es "Los ojos del bosque", de Julien Gracq. En ambas hay un extraordinario uso del lenguaje y una acción que parece dilatarse sobre sí misma antes que acontezca lo inevitable.

Pero deberíamos haberlo intuido, pues la novela comienza con una carta de despedida. La mayor parte de la narración se centra en recordar los hechos anteriores a ésta. Y ahí encontramos algunos de los momentos más refrescantes.

En particular, no se me va de la memoria la escena del cumpleaños de Sonia. Bienczyk ha conseguido en media docena de páginas la sensación de un momento de absoluta felicidad que, como todos, se ve engranado con pequeñas tristezas, premoniciones fatales, temores inconfesados. Los personajes diríase que intentan atraparlo con las uñas para que se alargue, y eso hace el momento aún más intenso. Y bello.

También es destacable el personaje principal, Jurek, contable y narrador del manicomio de Tworki, ante cuyos ojos parciales y algo inmaduros desfilan un tropel de personajes diversos que sólo tienen en común el afán por vivir.

No es menos relevante el trabajo arduo e inspirado de la traductora, Maila Lema Quintana, que logra verter a un español fresco y creíble las rimas infantiles y juegos de palabras constantes y ese ritmo como de vals, o mazurca, o berceuse, o todos juntos, que es la novela entera. Un prodigio de buen hacer e inspiración.

Para no perdérsela.

martes, 15 de junio de 2010

Y ésta es otra broma, pero de las que hacen aplaudir en cuanto acaba la audición.