jueves, 21 de marzo de 2013

"Los pájaros de Auschwitz", de Arno Surminski




He leído en un suspiro la novelita de Surminski, que parece estar teniendo cierto éxito de ventas, y me pregunto cómo es posible decir tanto con tan poco, y decirlo tan bien. Mysterium tremendum. Es lo que tiene la Literatura: aparece en los formatos más humildes lo mismo que en ladrillos apabullantes. 

La historia está basada en un estudio sobre las aves locales que tuvo los cojonazos de escribir algún SS destinado en Auschwitz. Al parecer, contó con la ayuda de un prisionero polaco para que le hiciera los dibujos ilustrativos. 

De esta anécdota surge una historia minimalista, apenas esbozada, en que el autor, con gran delicadeza pero sin ceder un ápice en sus convicciones, parece no tomar partido por ninguno de los bandos. Simplemente, describe lo que ve y piensa Marek Rogalski, el prisionero, en sus paseos con Hans Grote, el guardia de las SS, por las cercanías del infame campo de exterminio (vecino del de Birkenau, que debió de ser peor todavía). 


Y lo más tremendo es que no da una versión suavizada del horror. Aparece como un paisaje de fondo, igual que las charcas donde anidan los ánades que se dedican a observar los dos protagonistas. 

Cuanto más lo releo, más ganas me dan de haber escrito algo así. Lo que no sé es si con un tema de ese calibre podría mantener el temple y no desparramar. Es difícil. Sin embargo, Surminski lo ha bordado. 

A riesgo de echar a perder el libro, no me resisto a transcribir el último párrafo: 

"Cerca de Albany, en el estado de Nueva York, nacieron en los años cincuenta dos niños apellidados Rogalski. Al llegar a la edad adulta, quisieron ir a Europa para visitar los lugares donde habían vivido sus progenitores, pero su padre se lo prohibió."

No se puede decir más con menos. 

viernes, 15 de marzo de 2013

Porque sí.



Parece ser que la próxima semana toca escuchar a Les Talens Lyriques en el Auditorio.



Y, como aún me he quedado con ganas de algo más animado, que no más intenso, aquí está el concierto completo de L'Arpeggiata, de Cristina Pluhar, con Philippe Jaroussky. ¿Por qué? Porque sí. 

Atentos (entre otras bellezas del calibre de "Si dolce il tormento") al final, pues ofrecen como bis una excelente interpretación del "Pur ti miro" de "L'incoronazione di Poppea", de Monteverdi.




Y me sigue maravillando lo bien que se lo pasa esta gente tocando como tocan. Eso es disfrutar del escenario. No me extraña que transmitan esa inmediatez gozosa y muy a menudo algo imperfecta. Pero es que no hace falta más. Al contrario. Un buen directo, y en esto me dará la razón cualquier aficionado al rock (o al pop, o a lo que sea), depende más del entusiasmo, de la capacidad de contagiar y hacer vivir la música que de la precisión en el fraseo o la digitación apabullante. 

Esto dicho, que conste que Jaroussky es un monstruo y la Rial le da la réplica con brillantez. Además, se compenetran de maravilla. 

miércoles, 6 de marzo de 2013

Jorge Ibargüengoitia


Ya hace tiempo que soy adicto a la prosa disolvente de Ibargüengoitia. El vicio comenzó por la recomendación de un amigo, como suele suceder, y la primera obra suya que leí fue "Estas ruinas que ves". Casi nada. 

No solo me encantó; entendí que había dado con un filón de inteligencia, sentido del humor, mala baba cáustica y gran poso cultural que no dejaba títere con cabeza de cuanto tocaba. Veamos un ejemplo del inicio de "Estas ruinas que ves": 

"Los habitantes de Cuévano suelen mirar a su alrededor y después concluir:
-Modestia aparte, somos la Atenas de por aquí.
Cuévano es una ciudad chica, pero bien arreglada y con pretensiones. Es capital del estado del Plan de Abajo, tiene una universidad por la que han pasado lumbreras y un teatro que cuando fue inaugurado, hace setenta años, no le pedía nada a ningún otro. Si no es cabeza de la diócesis es nomás porque durante el siglo pasado fue hervidero de liberales. Por esta razón, el obispo está en Pedrones, que es ciudad más grande. 
-Los de Pedrones -dicen en Cuévano- confunden lo grandioso con lo grandote".

Y desde ahí, todo hacia arriba. Un libro memorable. 


El tema casi único de su obra es la historia y la realidad mejicana, pasadas ambas por el cedazo de su mente irónica y mordaz. Acabo de leer de un tirón "Los pasos de López", crónica viperina sobre los balbuceos de la independencia mejicana. Si alguien no lo ha leído, que no tarde en hacerse con él. Es refrescante, divertido, terrible y casi perfecto en su sencillez.

Y qué decir de "Las muertas", tremenda historia de crímenes  en la miseria de un prostíbulo de mínima ciudad interior... 

Jorge Ibargüengoitia ya es, más que un clásico, alguien insoslayable si se quiere conocer la mentalidad de un pueblo como el mejicano, tan parecido a nosotros que a veces no puedo evitar un escalofrío de reconocimiento en medio de la carcajada.

Por cierto: recomiendo leerlo en papel. Las ediciones españolas merecen la pena y su prosa no luce igual de bien en pantalla.