jueves, 26 de febrero de 2015

Acémilas.


Lo mejor de los intolerantes es que no se esfuerzan por parecer otra cosa. De ahí que sea tan imperdonable el error de considerarlos personas, tal que si tuvieran dignidad o simple raciocinio. No, son deficientes en todo y uno no puede sentarse con ellos en la misma mesa, porque enseguida la vuelcan para demostrar la estirpe de alimañas que se ufanan de ser. La mejor negociación, la única que entienden, es un tiro en la cabeza. Y luego, hablamos. 

Vean su última hazaña:




No sé por qué me cabrea tanto el alarde de burricie de estas acémilas con mazos y taladradora cuando los he visto en otros vídeos salvajes asesinar a sus rehenes. Sin embargo, esta vez me han tocado otra fibra. Ese odio visceral al más básico elemento que nos hace seres civilizados es quizás la lacra que nos mantiene en el fango donde estamos. Y, lo lamento, esto tampoco me resulta tolerable. No desde Auschwitz.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Gustav Leonhardt, Bach, "Variaciones Goldberg", vida...


No voy a privar de méritos a tantos que las han bordado, incluso a los menos ortodoxos, incluyendo a un admiradísimo (y con motivos de sobra) Glenn Gould entre ellos. Pero siempre he preferido la versión de Leonhardt. 



Lo vi en Madrid en 2011, pocos meses antes de su muerte. Recuerdo que salí de ese concierto totalmente convencido de haber asistido a algo memorable. Y eso que a priori se me antojaba más bien plomo, porque el clave a palo seco no es como para emocionarse. O eso pensaba.  

Sin embargo, hubo quien lloró escuchando a ese anciano magistral con su mano izquierda enguantada en negro que se sumergía en la música, en la época, en la mente del músico y la exponía ante todos con la mayor perfección. Por momentos parecía que estaba interpretando con instrumentos diferentes, tan variada era la ejecución, acorde con el período o las características de la pieza. 

Hoy lo reivindico con afecto y dedico esta entrada a su memoria. 

sábado, 14 de febrero de 2015

Palabras no pronunciadas.


Hace unos cuantos años me concedieron mi primer premio de poesía. Meses más tarde, los ganadores fuimos citados en un edificio oficial para hacernos entrega de los diplomas acreditativos. Todos llevábamos preparada nuestra alocución. Por circunstancias que no merece la pena mentar, los organizadores no permitieron que pronunciáramos ni una palabra. Ayer, ordenando papeles añejos, encontré las mías, algo insolentes y muy meditadas para la ocasión. Copio algunas de sus frases, pues me han resultado más cercanas de lo que esperaba:

La eficacia de la poesía no es la del ensayo filosófico, por más que pueda aportar hallazgos ante los que este retrocede (...) No encuentro interés alguno en disertar por medio de tiradas de infinitos versos libres. Lo más que producen es un leve dolor de cabeza y el deseo de cerrar el ladrillo versificante en que hemos entrado sin fortuna.

                                                 (...)

Las intuiciones del poeta son tanto más valiosas cuanto él mismo sea incapaz de explicarlas. En efecto, el poema no se amolda sin fracturas a la disciplina de la prosa. La lógica del sueño poético, suponiendo que exista, cobra importancia cuando sugiere, avanza, sospecha, no cuando certifica sin recelos. Por ello, no podemos leer un poema para hallar la fórmula del movimiento uniformemente acelerado, lo mismo que no es lícito exigir de un manual de mecánica reveladoras impresiones sobre el primer amor.

                                                 (...)

Para mí, la poesía es una disposición de la mente a la que en escasas ocasiones nos es dado acceder. No por excelsa y apartada, sino por su esencia telúrica y por ese enraizamiento en lo inicial al que estamos habitualmente ciegos y sordos. Cualquier tema le es propio, aunque no cualquier tratamiento. En esto soy riguroso: no toda ocurrencia donosa puede ser poesía.

                                                 (...)

La importancia, más que en el tema elegido, radica en cómo se aborda, en qué se desprende tras la lectura de unos versos briosos que, en definitiva, tienden siempre a plantear: ¿no habrá una alternativa a lo existente, un jirón de lo cotidiano que se entreabre al final de un poema, un cauce de sucesos insospechados que fluye desde siempre en nuestro olvido a la espera de que decidamos surcarlo con otras naves? ¿Acaso hay otra poesía?


sábado, 7 de febrero de 2015

Jimi Hendrix, "Along the watchtower", cómo no.

No tengo intención de justificar mi elección, ya que es una de mis canciones favoritas desde hace décadas. Creo haberla colgado ya anteriormente, pero da lo mismo. 

Ese solo de guitarra es un monumento de fuerza e inspiración. Bien podía haber cabalgado a lomos de helicópteros en "Apocalyse now"... 

Indispensable. 

viernes, 6 de febrero de 2015

Derrota.



El largo atardecer que lleva un rato dorando las fachadas de las casas tiene sus ventajas. Permite contrastar tonalidades del azul con las barrigas de esas nubes silenciosas que van perdiendo día mientras desaparecen por el este. 

Siempre me atonta un poco contemplar el abandono en que la luz se desvanece muy poco a poco. Como si la vergüenza de haber perdido esta batalla otra vez más solo pudiera sobrellevarla por impulsos nimios, levísimas coloraciones que van variando al mismo ritmo que escribo estos apuntes un pelín consabidos, casi sin pensar. 

Ahora mismo ya hay una grisura mayor que se ha impuesto al color. Sin embargo, cualquiera diría que aparece desde la misma entraña de los objetos y se desparrama con timidez, casi no deseando estar presente, con una imposición sibilina que coge desprevenido al espectador. Cuando quiere darse cuenta, ya es la noche. 

Pronto se encenderán las luminarias para engañarnos con relieves falsos, sombras equívocas, decorados de oropel. Pero sabemos que falta una eternidad para que el proceso se repita, aunque esta vez en un enloquecedor sentido inverso que exige ojos nuevos, otra voz para apreciarlo como es. 

Bienvenidos a la oscuridad. 

jueves, 5 de febrero de 2015

Casualmente


Pues estaba leyendo "Los jóvenes bárbaros", de Mircea Eliade, y en su página 265 me topo con esta conversación entre varios jóvenes intelectuales en la Rumanía de los primeros años 30.

"-¿Quién sabe de vuestros dramas y sufrimientos, eh? ¿Quién sabe de vuestras obras? ¿Diez, cien, mil personas?
                                        (...)
-Mi querido amigo -dijo con calma David-, a Goethe lo conoce mucha menos gente que a Ramón Novarro (...). Lo que dices es completamente absurdo. Es natural que tus millones de rumanos, o de ingleses o de rusos, no entiendan lo que hablamos y escribimos. Este no es un criterio válido para juzgar nuestras acciones o nuestros pensamientos. No importa si sólo nos entienden mil o cien hombres en lugar de un millón. Quiénes son esos hombres, eso es lo único que importa, ése es el único criterio para emitir un juicio de valor.

-Tanto peor para vosotros, los intelectuales. A mí no me importan el millar ni el centenar sino los millones. 

-Si la humanidad hubiese adoptado ese criterio desde el principio de la historia, no habría existido historia. No se habría descubierto nada, no se habría creado nada. La primacía colectiva pura sobre la élite significa la vuelta al reino animal. Idénticas leyes económicas y biológicas siguen una manada de toros y una sociedad humana.
                                      (...) 
-En otras palabras: desprecias al hombre que se ha quedado ligado a la tierra, desprecias a todo hombre que no sea capaz de entender a Eddington o de disfrutar con Picasso. 

-Nada de eso, no lo desprecio. Hace mucho que me conozco esa arma vuestra: la de considerar la inteligencia, la cultura y el talento como medios subversivos para menospreciar y oprimir a los demás. Pero esa es un arma ridícula. No traicionar nuestra misión, la misión del conocimiento y de la creación no significa que se desprecie a los hombres que hay a nuestro alrededor, a los hombres que se han quedado ligados a la tierra, como tú dices."




Lo copio por si tiene algo que ver con mi entrada del otro día ("Floración") y la intervención de ese argentino anónimo que creo que tomaba el rábano por las hojas. 

martes, 3 de febrero de 2015

Más sonidos.


Y también he estado escuchando a Jaroussky en "Niobe Regina di Tebe"...





Y el estratosférico y, sin embargo, delicadísimo "Alto Giove".


Under my thumb.

No sabía qué canción clásica de los Rolling me apetecía escuchar, ni si en directo o en su versión original. 

Al final, me he decidido: 

lunes, 2 de febrero de 2015

Floración


La estudiada decrepitud de las flores en el jarrón, en la mesa del comedor, congrega pensamientos igual de marchitos sobre cómo el dispendio magnifica un retorno paulatino a la materia inerte. Aquello que trajo apariencia de vida, belleza, placer, en suma, se desmorona por las horas cotidianas hasta volverse irreconocible. 

Los capullos se inclinan ante el peso de la decadencia, desgajan los pétalos ajados, corrompen el agua que los acogía. Pronto se secarán sobre el polvo acumulado en la madera, irán pudriendo tantas ambiciones que hasta llegar allí los habían sostenido en lozanía y empeño comercial. 

Es evidente que todo lo bello trae en su interior un hecho mortal. También, que el conflicto entre expectativas y devaluación nos resulta tan familiar como el sonido del despertador cada mañana, aunque no más placentero. Da la impresión de que sería mejor haberlas adquirido vivas, con la incertidumbre de su crianza y los períodos largos sin producción. O muertas y ya desecadas, hundidas en ese perfume a mortaja que avasalla en las floristerías elegantes.  

Pienso si acabar con la agonía y desterrarlas al fondo del cubo de basura. O, mejor, seguir unas horas más contemplando su caída desprovista de fuerza ninguna, polen sin sentimientos, hojarasca perdida para todo placer, y escribir unas cuantas tonterías como estas mientras repito para mis adentros que no es cierto, no hay ninguna relación, no tenemos nada que ver.